martes, 6 de agosto de 2019

Crónica periodística


Una manera literaria de contar las cosa.
  • La crónica periodística es un relato cronológico (de comienzo a fin) sobre un hecho.
  • Es un subgénero híbrido porque tiene a la vez rasgos informativos y literarios. Es decir, la crónica trata de informar sobre un hecho, pero le interesa más contar cómo sucedio ese hecho.
  • El estilo de la crónica dependerá de quien la escriba: permite utilizar el lenguaje de manera libre y usar recursos propios de la literatura. La crónica permite el lenguaje subjetivo y que el escritor exprese su opinión.
  • Utiliza fuentes directas: por lo general el narrador se presenta como un protagonista de lo que va a contar.
  • Su carácter literario hace que no tenga una estructura claramente definida (como la nota informativa periodística). Por lo general se divide en título y cuerpo del texto.

Ejemplo:

Profe, ¿usted no se aburre? // Crónica de un día de clases

Me desperté de la peor manera posible: de golpe y con la sensación de que se me había hecho tarde. Efectivamente, me había quedado dormido sin poner la alarma. Salí dando tumbos hacia la parada del colectivo; sabía que me estaba olvidando algo, pero también sabía que ese algo no era la SUBE. Así que rogué que no fuera algo tan importante.

Recosté un rato la cabeza en la ventana del colectivo hasta que un bache hizo que el vidrio me diera un golpe. La calle estaba bastante rota y el chofer manejaba dando frenadas bruscas, pero no me importó: estaba acostumbrado a la incomodidad. Por alguna razón, ese golpe en la cabeza hizo que mis recuerdos volaran al primer día de clases del año. Habíamos estado varios meses en un aula minúscula y sin luz. Hablábamos en susurros, quién sabe por qué. Después de que parte del techo se cayera nos movieron a otro salón mejor.

Día de clases. Podría ser el primero, podría ser el último. Da igual. Los alumnos expresan el mismo cansancio, el mismo desaliento. Entré apurado al salón y me choqué con la misma pared de desinterés, pero no permití que eso me desanimara. Había una clase que dar. Noté que la mayoría de los alumnos tenían la mente en otro lado: en esa conversación de chat que habían tenido de madrugada, en esa salida que estaba todavía por planificarse, en un beso fugaz de despedida. Quizás yo también tenía la mente en otro lado. Alumnos y docentes respiran, sin saberlo, los mismos sueños rotos.

“Profe, ¿usted no se aburre?”, me preguntó Priscila de la nada. Me agarró desprevenido. Creo que incluso ella se sorprendió, como si la pregunta fuera una cosa que se hubiera desprendido del techo. La miré. No era una pregunta simple. Un torrente de respuestas se me atragantó en un instante. Me gusta enseñar, pero muchas veces me aburro, muchas veces salgo triste de dar clases, muchas veces salgo motivado, muchas veces alegre. Muchas veces (demasiadas veces) me pregunto si sigo creyendo en las cosas que enseño. No me considero, en general, un buen profesor: pienso que un buen profesor es capaz de motivar a sus alumnos y muchas veces yo no logro hacerlo.

Traté de sonreír, me enderecé y me sacudí la tiza de los pantalones. Día de clases. Podría ser el primero, podría ser el último. Da igual. Alumnos y docentes respiran, sin saberlo, los mismos sueños rotos.

“No hay tiempo para aburrirse: hay una clase que dar”, respondí.

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La anterior es una breve crónica sobre un día de clases. Una crónica puede ser escrita sobre cualquier suceso: un recital de una banda, un partido de fútbol, una cita, la experiencia de rendir un examen.

Aquí hay, por ejemplo, un ejemplo de una crónica sobre la inseguridad.

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