martes, 21 de julio de 2020

El debate sobre el periodismo independiente

¿Independiente de qué?


“Los profesionales son como las prostitutas, escriben mentiras en defensa de los intereses de los que les pagan. Los militantes, en cambio, escribimos la verdad al servicio del pueblo. Soy primero militante, después periodista”, dice García a LA NACION sin que le tiemble la voz y sin preocuparse por la incomodidad que podrían causar sus palabras. (...) García no cree, según afirma a LA NACION, en la objetividad ni en la neutralidad periodística, premisas básicas de cualquier manual de periodismo occidental desde hace dos siglos. “¿Con quién voy a ser objetivo? Del otro lado están los que tiraban gente viva al río y los secuestradores de bebés. Con ellos no puede haber objetividad”, dispara sin segundas lecturas posibles.

21 de noviembre de 2010, palabras de Martín García en una entrevista con La Nación al asumir la dirección de Télam.

El señor Wiñazky publicó hace algún tiempo en Clarín una nota en defensa del periodismo “independiente” y contra el “acoso oficial a la prensa”. En ella cita a otros periodistas que piensan como él y a nadie que piense lo contrario. Ahora bien, ¿de quién son independientes estos ilustres colegas? ¿Son acaso independientes de sus anunciantes, con todo lo que eso significa? No. ¿Son independientes de la Iglesia? No. ¿Son independientes de una notoria embajada? No. ¿Son independientes del establishment? No. En realidad, sólo son independientes del gobierno, es decir, son medios opositores, que, funcionalmente hablando, nada tienen que envidiar a los medios “oficialistas”. (...) Bien mirado, ¿por qué es malo ser dueño o periodista de un medio que apoya al gobierno y no lo es formar parte del plantel profesional de un diario, canal o emisora de la oposición? ¿Por qué es bueno darle espacio y aire a la señora Carrió y disimular los estragos de Mauricio Macri en la capital, pero es malo destacar las acciones positivas del gobierno?

3 de abril de 2015, fragmento de nota de opinión de Norberto Colominas en Comunanet.

Condimentos para el debate:
La sociología pragmática considera a los actores sociales como actores morales. Esto significa una particular manera de ver a las personas: como gente que tiene competencias para comprender y evaluar de forma crítica las situaciones a partir de valores morales (es decir, que son capaces de distinguir entre lo bueno y lo malo antes de actuar). Esta forma de ver a las personas es totalmente diferente a la de la sociología clásica, donde la gente es empujada a hacer lo que hace por causas que no pueden comprender. ¿Por qué es importante esto? Porque es la base para proponer una discusión sobre la justicia en un conflicto social, y porque también nos advierte que nosotros mismos, al analizar la cuestión, vamos a estar parados en alguno de los lados que se enfrentan. Lo que significa que debemos ser muy cuidadosos a la hora de evaluar las razones y argumentos de las diferentes posturas.

¿Con base en qué definimos lo que es justo o injusto en una situación?
Lo que deberíamos hacer es, en primer lugar, tratar de que ambas posiciones alcancen un acuerdo sobre lo que es justo. La sociología pragmática llama a esto competencia metafísica (la capacidad de que pensemos en principios de pretensión universal) y afirma que esta capacidad es la base de los lazos sociales.

El debate entonces tendrá estos componentes: personas, situaciones y valores morales. La idea es que las personas den razones y argumentos sobre cómo operan con las situaciones y los valores.

En nuestra discusión, ¿qué posiciones se enfrentan? Básicamente lo que se discute es la relación entre el periodista y el poder; específicamente la libertad de autonomía del periodista con relación a ese poder. Es decir, si el periodista le chupa las botas a una empresa o al gobierno. ¿Por qué? Porque un periodista que no trabaje para el Estado es un periodista que trabaja para quien sea que le pague la publicidad. La cuestión entonces es ponernos de acuerdo sobre cuál es el poder del que el periodista debería mantenerse alejado.

Para un grupo, el poder es político.
Para el otro, el poder es empresarial.

Por ejemplo, algunos periodistas entienden que la prensa debe de ser, ante todo, apartidaria (no transar con ningún partido político en específico) porque su mayor función es la de hacer de "contrapeso" de los discursos del Estado. Algo así como una prensa libre capaz de mostrar lo que el gobierno no quiere que se vea (porque no le conviene que se vea).
Por el otro lado, se les contesta que las empresas que financian los medios de información privados también tienen intereses políticos y que un periodista que sigue la pauta de los empresarios es también un periodista militante o partidario. Para este grupo, el periodista que toma posición abiertamente por un partido político por lo menos está siendo honesto, está siendo transparente, ya que cualquier persona informa u opina condicionada por sus propias ideas políticas (lo haga manifiesto o no).
Entonces se les responde que, históricamente, el periodismo ha logrado ganar cierta independencia de los poderes del Estado y que debería defender lo que es, incluso, una de las bases de la democracia: la libertad de expresión. Se señala así que muchos periodistas que toman posición política se limitan a hacer propaganda para el gobierno de turno simplemente.

¿Cuál es la conclusión? Lo que se debate no es ni más ni menos qué es lo que hace a un buen periodista y a un buen ejercicio del periodismo. De hecho hasta se sale de un mismo punto de partida: la idea de que el periodista debe de tomar distancia del poder, porque el poder podría distorsionar la forma en la que el periodista comunica la realidad. De hecho, en el fondo la cuestión verdaderamente importante es qué clase de periodismo es capaz de ver los hechos con el menor grado de distorsión.

Resumido de La disputa entre periodismo independiente y periodismo militante: apuntes para analizar las tensiones en la ética periodística en la Argentina contemporánea, de Micaela Baldoni.


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